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¿Cuál es la diferencia entre los contenedores y las máquinas virtuales?

20 mayo, 2025 | 0 comments |

Si estás metido en el mundo del desarrollo, la nube o la administración de sistemas, seguro que has oído hablar de contenedores y máquinas virtuales. Pero… ¿sabes realmente en qué se diferencian y cuándo conviene usar uno u otro? 

Aunque por fuera pueden parecer lo mismo, contenedores y máquinas virtuales funcionan de forma muy distinta. Y eso tiene un impacto directo en cómo se despliegan, cuánto tardan en arrancar, qué recursos consumen y hasta en su nivel de seguridad. Si estás pensando en virtualizar servicios o migrar aplicaciones, te interesa tener claras sus diferencias.

¿Qué son los contenedores y las máquinas virtuales?

Vamos a empezar desde lo básico. Una máquina virtual (VM) es como una copia digital de un ordenador completo. Tiene su propio sistema operativo, sus aplicaciones, su memoria asignada… todo. Pero no es un ordenador físico: se ejecuta dentro de otro. Para que esto funcione, se necesita un hipervisor, que es el software que reparte los recursos del hardware entre las diferentes máquinas virtuales.

Por otro lado, un contenedor no crea una réplica completa de un ordenador, sino que empaqueta una aplicación con todo lo necesario para que funcione: librerías, dependencias y configuración. Pero todos los contenedores comparten el mismo sistema operativo del host, lo que los hace mucho más ligeros y rápidos que una máquina virtual.

Una buena forma de entenderlo es pensar que una VM es como alquilar una casa entera, mientras que un contenedor sería como alquilar una habitación dentro de una casa compartida. Tienes todo lo que necesitas, pero usas parte del espacio común.

Cuándo usar uno u otro: ventajas y desventajas

Las máquinas virtuales son perfectas cuando necesitas:

  • Aislamiento total entre sistemas.
  • Ejecutar diferentes sistemas operativos en la misma máquina.
  • Máxima seguridad, ya que el hardware está más separado entre instancias.
  • Control absoluto del entorno.

Eso sí, tienen un precio: ocupan mucho más espacio (varios GB), tardan más en arrancar y consumen más memoria.

Los contenedores, en cambio, destacan por:

  • Ser mucho más rápidos al iniciar.
  • Ocupan poco espacio (pueden pesar unos pocos cientos de MB).
  • Se pueden escalar fácilmente (ideales para microservicios).
  • Se adaptan mejor a entornos híbridos y migraciones en la nube.

La desventaja es que comparten el sistema operativo del host, lo que puede suponer ciertos riesgos si no se gestionan bien.

En resumen: si necesitas agilidad, portabilidad y escalado rápido, los contenedores son tu mejor opción. Si lo tuyo es la estabilidad, la seguridad o probar en distintos sistemas operativos, ve a por máquinas virtuales.

¿Cuál es mejor para ti?

La respuesta, como siempre, depende de lo que necesites. Para un entorno de pruebas o desarrollo rápido, los contenedores (por ejemplo, con Docker) son ideales. Si estás montando una infraestructura crítica que necesita estabilidad a prueba de balas, las máquinas virtuales siguen siendo una opción sólida.

Hoy en día, lo más común es usar una combinación de ambos: máquinas virtuales para crear entornos más estables, y contenedores dentro de ellas para ejecutar aplicaciones concretas. Así aprovechas lo mejor de los dos mundos.

Si tú ya estás usando contenedores o sigues con máquinas virtuales tradicionales, si estás empezando o tienes dudas, lo importante es entender bien estas diferencias. Porque elegir bien puede ahorrarte mucho tiempo, recursos… y dolores de cabeza.